La piedra es uno de los elementos naturales con unas propiedades más interesantes para los recubrimientos de interior y exterior, dependiendo del tipo de piedra y el acabado elegido se adapta a estilos tanto rústicos o clásicos, como ultra modernos, crea una sensación de confort, elegancia e incluso lujo difícil de igualar y combina a la perfección con cualquier otro material tanto con madera, como con vidrio o metales.
Gracias a los avances tecnológicos hoy en día se fabrica piedra sintética que imita a la perfección la natural y con un considerable abaratamiento del precio, además es más ligera y resulta más sencilla su colocación, por lo que son muchos los profesionales y particulares que optan por la piedra sintética para la decoración de interiores.
La piedra tiene unas propiedades térmicas y acústicas, además de las decorativas que la convierten en un material con interesantes aplicaciones en el interiorismo, aporta frescura en verano y calidez en invierno y constituye un buen aislante en todos los sentidos. En los salones y comedores rústicos se puede utilizar en el recubrimiento de todas y cada una de las paredes, en las tendencias más modernas se incorpora en la decoración de una única pared, contrastando con pintura de color o incluso papel pintado en el resto.

LA HISTORIA DEL MUEBLE.
La historia del mueble es casi tan antigua como el hombre. El mueble, además de funcional, tuvo siempre un carácter decorativo y, en este aspecto, la verdadera historia se inició en el Renacimiento, cuando también en las casas privadas se difundieron los muebles y se clasificaron de acuerdo con los ambientes a que se les destinaba: dormitorios, estudio, comedor, etc. Entre las mesas eran típicas las llamadas «refectorio», largas y estrechas, con pesados soportes, entre los que se colocaba un cajón, o, principalmente en Toscana, adornadas con marquetería diminuta y geométrica de maderas diversas, marfil y hueso. Al siglo XVI corresponden también los primeros ejemplos de escritorios con dos cuerpos superpuestos, de los cuales el superior, movible, servía para escribir y el inferior como armario. Entre las sillas son muy conocidas la «savonarola» y la «dantesca», con respaldos y asientos de cuero, y los grandes sillones con un motivo grabado a fuego en el respaldo. La cama, sin embargo, ya en la antigüedad clásica, y en el período helenístico sobre todo, había adquirido un gran valor artístico. Generalmente era de madera y estaba constituida por un soporte rectangular de patas torneadas enriquecido y adornado todo ello con láminas de plata y oro, incrustaciones de marfil, bajos relieves y otros adornos, sirviendo además como diván y asiento en los convites. En el Renacimiento, la cama tomó una fisonomía característica al levantar en sus cuatro ángulos columnas de altura diversa, que al principio sostenían un rico dosel y, más tarde, un baldaquín. A comienzos del siglo XVII la producción de muebles fue intensa en toda Europa; entonces se difundió el método del chapeado y en Flandes prevaleció la elaboración con incrustaciones de maderas exóticas. En la segunda mitad de esta centuria y durante el siglo XVIII, Francia asumió gran importancia y Luis XIV atenuó la audacia del barroco de acuerdo con los principios clásicos que presidieron todas las artes durante su reinado. Muebles típicos del estilo de Luis XIV fueron la console, el lit de repos, los aparadores y los trumeaux, adornados generalmente con finísimas incrustaciones de metal y de concha de tortuga.
Elementos barrocos y rococó se encuentran en los muebles Luis XV (1715-1774), que tienen como característica constante la línea curva de su perfil. En esta época se crearon una infinidad de ellos que se podían transformar para los usos más diversos (mesas de toilette, de juego, la tricoteure para guardar el encaje y el bordado, etc.), y otros como las consoles, decoradas con la característica concha de cinco lóbulos, las cómodas, muy bellas sobre todo las de Venecia por la forma «bombé» y los motivos en laca, la bergére y la marquise (silloncitos de una o dos plazas), y los baldaquinos de las camas, que eran á la duchesse, con una sola cabecera, o á l"ange, con dos.
El neoclasicismo señaló el retorno a la línea recta y, por lo tanto, a una mayor severidad de líneas, propia del estilo Luis XVI, la cual se observa en todos los muebles finos, con motivos decorativos clásicos aplicados en bronce o decorados en forma refinada como los «maggiolini». Son creaciones del citado estilo el bonheurdu-jour, pequeño escritorio de señora, el bureaut á cylindre, escritorio con la tapa curva, y el chiffannier. Gran fama tuvieron los fabricantes Georges Jacob (1739-1814) y Jean-Henri Riesener (1734-1806). En el éxito del mueble neoclásico tuvieron suma importancia, a finales del siglo XVIII, los grabados de Giovan Battista Piranesi, dedicados a objetos de decoración.
Los estilos directorio e imperio marcaron un cambio en el campo de la decoración: un mueble nuevo fue la pricbé, espejo móvil ovalado o rectangular, sostenido por dos columnas. En Inglaterra, en la misma época, tuvo un desarrollo original con el nacimiento de dos estilos, diferentes en varios aspectos de los que predominaban en el resto de Europa: el Reina Ano y el Chippendale. En el primero se conservó el mueble de líneas más barrocas y macizas; sin embargo, más original y apreciado por la burguesía fue el segundo. El abandono decisivo de la forma rococó tuvo lugar con el famoso arquitecto neoclásico Robert Adam y con los fabricantes ingleses del siglo XVIII, Hepplewhite y Sheraton, quienes, aun buscando formas simples y funcionales, impusieron el uso de la caña trenzada en los respaldos de sillas y divanes.
Con la caída de Napoleón nacieron los estilos restauración, Luis Felipe y segundo imperio, que se inspiraron en épocas próximas y lejanas. Así, durante la Restauración hubo una tendencia hacia los estilos directorio e imperio; en el Luis Felipe hacia los góticos y rococó, y en el estilo segundo imperio (los llamados muebles de la emperatriz Eugenia) hacia la civilización pompeyana, de reciente descubrimiento. Pero aun cuando este periodo de eclecticismo se prolongó durante algún tiempo, a finales del siglo XIX surgieron en Europa diversos movimientos que buscaban nuevas formas expresivas: modernismo, Liberty, Art Nouveau, Jugendstil son las diferentes denominaciones de este estilo de transición, que se consagró definitivamente en la exposición mundial de París tic 1900. Los muebles tendían a una aparente simplicidad, casi a una depuración de las formas, con líneas suaves y colores claros. Este estilo buscaba formas funcionales que al mismo tiempo pudieran conservar su valor ornamental. Son un ejemplo típico los del arquitecto holandés Henry van de Velde (1863-1957), que redujo cada vez más los adornos, exaltando en cambio la funcionalidad material. Muchos nombres están vinculados a partir de este período a la historia de las artes aplicadas contemporáneas, como los de Stijl y Bauhaus, que marcaron importantes etapas en la historia del mueble.